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los rayos gamma

Se producen en los procesos nucleares, por ejemplo, cuando se desintegran las sustancias radioactivas. Es también un componente de la radiación cósmica y tienen especial interés en astrofísica.

La enorme energía de los fotones gamma los hace especialmente útiles para destruir células cancerosas. Pero son también peligrosos para los tejidos sanos por lo que la manipulación de rayos gamma requiere de un buen blindaje de protección.

En los últimos cuarenta años la visión que teníamos del universo ha venido sufriendo cambios sustanciales como consecuencia del uso de nuevas tecnologías observacionales, las cuales nos han permitido detectar fenómenos que antes nos eran desconocidos.

Lo que nos parecía algo tranquilo, sólo sometido a cambios lentos o incluso inmutables, las nuevas técnicas nos ha sorprendido al mostrarnos una serie de eventos cósmicos nuevos y, en algunos casos, extremadamente violentos.

Muchos de esos cambios paradigmáticos que hemos tenido que asumir del universo tienen que ver con la participación de «extremas energías» que se han visto operando en él, al poderse observar hoy día, con instrumental de tecnología de punta, objetos astronómicos en otras longitudes de onda antes inaccesibles.

Cuando se iniciaron las observaciones en ondas de radio ya ellas nos otorgaron la confirmación del fenómeno de cómo se generó el universo, o sea, de la Gran Explosión o Big Bang.

Ahora, con los detectores con que se cuenta hoy de rayos X, gamma o gamma de altísima energía VHE, hemos podido detectar que hay una innumerable cantidad de objetos en nuestro entorno cósmico que sufren procesos extremadamente violentos, los cuales podrían producir fuertes estallidos de rayos gamma (g).

Los rayos gamma son un tipo de radiación electromagnética cuya altísima energía que comporta sus fotones viaja y se esparce. Los materiales radiactivos (algunos naturales y otros hechos por el hombre en plantas nucleares) son fuentes de emisión de rayos gamma.

Los grandes aceleradores de partículas que los científicos usan para estudiar la composición de la materia pueden, a veces, generar rayos gamma. Pero el mayor productor de rayos gamma con una multiplicidad de posibles maneras para generarlos es el universo.

En cierto sentido, las radiaciones gamma son el humo que señala los fuegos cósmicos subyacentes.

La mayoría de los rayos gamma caen en el extremo inferior de su gama y son emitidos como elementos de desintegración radiactiva o cuando los electrones interactúan con otra materia.

Pero una fracción pertenece al extremo alto del espectro: cuanto más alta la energía, más raro el fotón.

La mayor parte de estos fotones parecen ser el producto secundario de colisiones entre rayos cósmicos y otras partículas. Puesto que las diversas partículas cósmicas ceden rayos gamma de energías variables, los astrónomos pueden, examinando el espectro de los rayos gamma recibidos, inferir qué fenómeno los produjo. Por ejemplo, los electrones que chocan con los fotones de baja energía de la luz estelar o pasan a través de nubes de gas ceden fotones por debajo de los 50 MeV.

La radiación de alta energía de los rayos gamma nos proporciona importante y nuevos datos sobre las estrellas, los púlsares o los agujeros negros en los que tienen lugar los procesos energéticos que pueden emitirla.

Los rayos gamma proceden de núcleos atómicos o de la aniquilación positrón-electrón y son, por ello, independientes del estado químico de la materia.

Proporcionan otra serie más de "huellas dactilares" detalladas que pueden ayudarnos a identificar los complejos procesos físicos que rodean a esos objetos cósmicos compactos y exóticos.

La imagen de la izquierda corresponde a una toma realizada por el Telescopio Espacial Hubble, y representa a uno de los muchísimos fenómenos misteriosos que permanentemente, no sólo emplazan a los científicos, si no que a la humanidad toda. La imagen en sí, es el testimonio de una feroz explosión de rayos gamma captada por las cámaras del telescopio en febrero de 1997, y cuyas huellas han podido seguir siendo rastreadas por un tiempo más prolongado (más de seis meses) que en otras ocasiones en las cuales se han logrado detectar fenómenos semejantes.

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